Llenaba de llamadas tu
contestador y de mensajes tu buzón de entrada…
Bajabas la cabeza cada vez que
te preguntaba algo que te incomodaba, girabas la cabeza cada vez que te
proponía un plan, entonces todo cambiaba cuando me daba la vuelta dispuesto a
marcharme cansado de tus silencios, y tú antes de que pisará el umbral del
charco que había en la calle me cogías de la mano por detrás y me decías espera
no te vayas.
Llenaba de llamadas tu
contestador y de mensajes tu buzón de entrada…
Verte caminar cuando dejabas
el edificio de la oficina y salías a la calle, era como poner una cámara lenta
y rebobinar para atrás y para adelante, una y otra vez, una y otra vez,
mientras me fumaba un cigarro y lo dejaba consumir, entonces cuando quería
acercarme para decirte algo siempre llegaba tarde porque no sabía por dónde
empezar.
Llenaba de llamadas tu
contestador y de mensajes tu buzón de entrada…
Era suficiente ver tu tobillo
desnudo, lo insinuante de la raja de tu falda, tu cuello al descubierto, tu
pelo recogido, tus manos tecleando los datos que tenías que cumplimentar, no sé
si te diste cuenta pero yo trabajaba dos cubículos a tu derecha y dos plantas
más arriba, pero siempre terminábamos a la misma hora y cuando yo volvía de
almorzar tú empezabas tu tiempo de descanso.
Llenaba de llamadas tu
contestador y de mensajes tu buzón de entrada…
Aquel día que llevabas un río
contigo, que te consumía la desazón, que te era imposible pavimentar el asfalto
porque no sabías por donde pisar, que necesitabas un abrazo y me lo tuviste que
pedir porque yo no te lo sabía ofrecer, que guardamos nuestro secreto
sellándonos los labios en aquella habitación de hotel porque me dijiste que esa
noche no querías llegar a casa y verte en ese estado en el espejo, aquel día
que sucedió lo que llevaba un calendario entero esperando.
Después de aquello, poco a poco, según iban
pasando los días y no tenía ninguna noticia de ti llené de llamadas tu
contestador y de mensajes tu buzón de entrada… Y nunca más volví a saber de ti.
Saludos y gracias
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