Solo la conocía a través de la
ventana, estaba en el edificio de enfrente, se compró unos prismáticos para
poder observarla mejor, distinguir sus facciones, relacionar su pelo con un
algún color, sus voluminosos pechos que asomaban cuando se cambiaba de camisa,
las manos de ella que las sentía como las de él, tocándolos, manoseándolos, ajustándolos
a alguna medida, a alguna postura, antes de ponerse la nueva camisa, su forma
de fumar y como se retiraba la densa melena hacía un lado cuando daba una
calada profunda, las uñas de sus pies pintadas de azul unos días, de rojo,
otros, de verde cuando hacía frío y como los apoyaba encima de la mesa y se
recostaba en la silla, con tan solo unas braguitas de cintura para abajo, y
siempre se preguntaba lo mismo, si ella sabría que él la estaba observando.
En cuanto veía la luz, dejaba
lo que estuviera haciendo para coger rápidamente los prismáticos, ya fuese un
libro extendiendo sus alas boca abajo, la pausa en alguna película donde buscaba
algo que fuera cierto, algo que sintiera que también pudiera ser para él, lo
único que nunca cesaba de sonar era la música de violín y contrabajo que
siempre le acompañaba, la había sacado de una banda sonora que no se podía
quitar de la cabeza, y cuando ella apagaba la luz, a penas pasadas la media
noche, mantenía su imagen mientras se masturbaba, se limpiaba con un papel que
tiraba luego por el retrete, se lavaba las manos, los dientes y se iba a
dormir.
Y siempre era a la misma hora,
siempre a partir de las 22:43, por eso ahora entenderás porque nunca contestaba
a tus llamadas a partir de esa hora, porque saltaba el buzón de voz, tú me
decías lo que te extrañaba, lo que me extrañabas, pero estabas tan lejos, que
eso fue lo que nos dejó tan solos.
Saludos y gracias
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