Te quería preguntar si después
de que me conozcas echarás de menos la espuma de cerveza sobre mi barba, mi
sonrisa melancólica, el humo de mis cigarros, lo que hay escrito en las líneas
de mis manos. Por eso y porque hace frío me llamarás pidiendo que vaya a tu
casa con la excusa que te quedaste atascada resolviendo el crucigrama del día
de la semana que mejor te venga. Cuando toque al timbre ya lo tendrás todo
pensado de antemano, me abrirás la puerta, no le dedicaremos demasiado tiempo a
las palabras porque en ese contexto no tendrán ningún sentido, llevarás puesto tan
solo un camisón negro sin nada de ropa interior debajo, me lo dirás esa noche
que tu cama últimamente se encuentra demasiado vacía, apagaremos las luces, nos
perderemos entre los atajos y los lugares que creíamos que se encontraban
ocultos en nuestros cuerpos, sin importarnos volvernos vulnerables, quedarnos
enroscados para esquivar la muerte del cansancio y no tener tiempo para nada,
recobrando el aliento del grito rebelde que rompe contra el puente y devuelve
el mar a la ciudad, y que vivir en definitiva simplemente son esos momentos.
Por eso ahora tal vez entiendas porque llevo unos días intentado preguntarte si
podrías decirme dónde vives.
Saludos y gracias
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