La ciudad tenía forma de
violín, de hecho de cada balcón colgaba uno de ellos tallado en madera roja y
cuando pasaban descalzos los gatos por encima de alguno rasgaban sus cuerdas
sacando una melodía muy felina.
Era curioso en el distrito
financiero todos sus edificios pertenecientes a grandes compañías corporativas
o bancos estaban vueltos hacia abajo y cuando le pregunté a una señora mayor
que regentaba un puesto de magdalenas como divina solución al apetito y para alegrarse
uno el día, me contestó que ya no era necesario que les molestasen nunca más.
Por lo visto hacía cosas de
seis meses cayó algo del cielo en forma de monolito gigante, compuesto por lo
que diagnosticaron sus telescopios (hechos del mismo material que los instrumentos
de cuerda) de un elemento químico proveniente de Marte, el cual bien
administrado proporcionaba beneficios insospechados para el crecimiento de la
ciudad y sus habitantes.
Para asegurarse mi silencio y
que guardaría el secreto para siempre una chica morena delgada con el pelo
corto y vestido largo de color rojo y zapatos de aguja que me encontré en el
puente que une la zona del diapasón con la del cordal, me dijo pronunciando las
palabras de tal manera que me era imposible rechazar su oferta que subiese con
ella a su casa en la cual se encontraba una amiga suya que nos estaba esperando
a los dos.
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