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Seamos claros el uno con el otro, será lo mejor
para los dos. Le dice él a ella mientras mueve con sumo cuidado la cucharilla
sobre el café que le han traído, en cambio ella todavía espera el suyo.
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Llevo mucho tiempo detrás de ti, bailándote el
agua, como un perrito faldero que lo sacan a pasear cuando todos quieren menos
cuando él decide, y esto no puede continuar así, porque si no uno de los dos en
este caso yo, acabará muy jodido. Ella le ha dejado hablar, mientras con una
sonrisa da las gracias al camarero que le ha traído su café.
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¿Qué propones?. Mientras con los dedos abre el
sobre de azúcar que introduce en la taza de café.
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Tan solo una noche, una única noche para
nosotros dos, en tu casa o en la mía, eso no importa, ir allí, desnudarte
despacio como siempre he imaginado, que dejes que conozca tu cuerpo con mis
manos, como si tuviese tu consentimiento de hacerte lo que quiera, luego
tumbarte en la cama y colarme entre tus piernas abiertas y lamerte el coño,
despacio, lentamente, y me enseñes como te gusta, como nunca te lo han hecho y
siempre has querido que te lo hiciesen, y antes de que te corras, cuando
todavía tengas ganas de más, entrar dentro de ti y hacerte el amor. Después
nada de vestirnos y cada uno por su lado, porque eso siempre no sé porque me ha
parecido sucio, por eso te pido una noche, una noche entera, porque después nos
quedaremos juntos, desnudos, tal vez volvamos a follar, o simplemente nos
durmamos abrazados al principio y luego cada uno encontrará el lado de la cama
en el cual se sienta más cómodo, pero al amanecer pegaremos un último polvo,
ese polvo de buenos días que tan bien sienta y hace que el día valga la pena, y
ese sí, ese será el último, y entonces, a partir de ese último polvo, cada uno
hará su camino y te prometo que no nos volveremos a ver, que nunca te volveré a
molestar.
-
¿Y cómo sé que después de eso cumplirás tu
promesa?
-
Tendrás que confiar en mí, pero creo que sabes
lo suficiente de mí como para saber que lo haré, aunque no resultará fácil, te
prometo que desapareceré de tu vida, romperé todo tipo de contacto que podamos
tener, como si mañana al mediodía tuviese un tren esperándome que me llevase
muy, muy lejos de esta ciudad.
Se hace un silencio entre los
dos mientras ella mide calcula lentamente su respuesta. Dan sorbos cortos al
café, y las miradas se esquivan, se encuentran, se ocultan, se pierden dentro
de las densidades y elementos químicos propios de las esperas. Todo es espeso,
pesado.
-
Vale, cuando acabemos el café podemos ir a mi casa,
pero cuando mañana salga el sol te irás y no nos volveremos a ver, creo que
cuando todo esto acabe, en cierta manera
lo echaré de menos.
Saludos y gracias
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