MORIR EN SUS BRAZOS



Si hoy pudiera elegir, elegiría morir en sus brazos. Que me apretase fuerte contra su pecho y sentir su calor una vez más. Antes de que todo acabase para siempre. No en este lugar húmedo y asqueroso donde me encuentro atado y secuestrado. Sin manera de salir de esta.

Piensa mientras se sigue culpando de su situación. Un maldito error de cálculo. Un jodido fallo de novato, a mis alturas, tal vez será una señal que estoy demasiado viejo para esto. Creen que me asustan cuando me hablan de que voy a conocer que hay cosas peores que la muerte, como si no lo hubiera visto ya con mis propios ojos, como si yo no hubiera sido ejecutor, ¿Con quién se piensan que se la están jugando? A lo mejor me ven como un viejo acabado. ¿Serán estos los primeros síntomas? Tullidos, de tullidos yo sé más que todos vosotros juntos, malditos cabrones. Pero no lo muestra.  

Tratan de romper su serenidad, su calma, su alarmante aceptación y adaptación al horror. Con amenazas, con insultos, con un inútil juego sicológico al que él le es inmune, tan solo los mira con una sonrisa de cara de poker, como si estuviese a punto de jugarse todo lo que tiene a una última mano, y todos los de la mesa supieran que tan solo lleva un maldito farol, sus cartas son nada, como mucho para hacer uso de ellas para una buena boquilla, para un último canuto de despedida. Mientras piensa en Bromuro corriendo por la playa que le ha prometido tantas veces que le llevará el día que se retiré, que siempre sueña que será mañana, en esos días que se levanta dolorido en los hombros, en la espalda, en la puta alma, si todavía le queda algo de eso, y en morir si tiene que morir en sus brazos, sentir su olor de amapolas una vez más, sus dedos entre su pelo, sus labios en su frente, pero sabe que tan solo es una ilusión, como los unicornios, te los puedes imaginar, creer en ellos, pero jamás verás uno en tu vida.

Se oyen una serie de disparos y de movimientos rápidos, sus agresores entran en un tiroteo forzado por la necesidad de defenderse y luchar contra una sombra, él sonríe, sabe que no podrá cumplir su deseo de matarlos con sus propias manos pero también es consciente que pronto volverá a estar con Bromuro como si nada hubiese pasado, y lo más importante todavía tendrá la oportunidad de morir en sus brazos el día que tenga que suceder. Aquello dura poco como él había vaticinado, delante suyo aparece un rostro con orejas picudas, arrugas y forúnculos que cubren su cara, le es más que conocido, ese extraño no tan extraño es el que habla primero:

-          Te debía un favor.
-          Sí, ahora lo recuerdo.

Saludos y gracias

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