Tal vez crea que ya nada
importa y hay que aceptar las despedidas y adaptarse a ellas. No te vayas te oí
decir una vez. Y te hice caso y me quedé. Al final fuiste tú a tu manera la que
dijiste adiós. Así se terminan las cosas que son importantes.
No hay porque desechar las
promesas sinceras que ahora están perdidas en alguna parte. Pero seamos
sinceros. ¿Volverán alguna vez para hacerse realidad? No contestes prefiero no
saber nunca la respuesta. Es un poquito más fácil si de algunas cosas nunca conocemos
su desenlace.
Que nos quede al menos el
vuelo impredecible de la sorpresa. Porque ya no queda nada de todo lo demás. Ni
tu ginebra a medias. Ni tus zapatillas de andar por casa. Ni tus braguitas
tendidas en el tendedero. Ni tu rostro serio que se convertía en sonrisa cuando
me quedaba mirándote.
Ni el tiempo ni la distancia
son los analgésicos que prometen ser. Y estas malditas fiestas que se acercan
todavía menos. Tal vez porque como dije al principio ya nada importa. Si miro
hacia adelante no sé donde ir y que buscar. Cómo volver a ese maravilloso
homenaje que es cuando alguien te hace sentir especial.
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