Cada vez que la veía le salía
una erupción en la piel, le picaba todo el cuerpo y tenía una tendencia
preocupante a rascarse sin importarle quien estuviese delante, y hacer
populares a los sapos con esos ojos que se le quedaban. El cangrejo rojo
mientras comía surimi se reía de él, cuando lo suyo se trataba de una hermosa
ola (del mar y de los tsunamis) los días que no estaba irritable y no era capaz
ni de conseguirle la aceptación de amistad de cierta red social. Los
sarpullidos de girasol era por la altamente preocupante falta de empatía de
ciertos hombres hacía las mujeres. Yo que no entiendo a nada ni nadie porque hay
la probabilidad de que no sea capaz de entenderme a mí mismo o simplemente
porque todo se comienza a entender cuando se deja de intentarlo, quería gritar
sin que hiciese falta que nadie se esforzarse en escucharme, que quería salir
de esta ciudad, de esta fiesta de exceso de gente por metro cuadro, e ir a
buscarte que mi alergia particular es por no tenerte cerca y que ya había
pasado demasiado tiempo desde la última vez que nos besamos.
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