LAS TRES DE LA MADRUGADA



El disco te lo dejaste puesto adrede. La ventana lo sabía por eso se quedó abierta y los arañazos amables del sexo no ignoraremos que están ahí para volver a recogerlos. Me siento excesivamente sobrio, puede resultar tan peligroso igual que cuando se está ebrio. Te olvidaste tu blog abierto en la pantalla del ordenador, como quien no recuerda que su diario no está guardado en su sitio. Estoy pensando en llamarte y que quedemos esta noche dejando atrás la posibilidad de que me digas que no porque mañana tienes que madrugar para ir a trabajar, porque si me quedo aquí en tu casa a esperarte, ¿No aparecerás, verdad? Si me preguntas que es lo que quiero, tan solo se trata de la tentación de saber con certeza que a las tres de la madrugada no nos haremos los sorprendidos cuando uno de los dos se levante para volver a dejar el disco puesto adrede.

Saludos y gracias 

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