Se ve una habitación pequeña a
través de la ventana, una cama, un escritorio, un armario y una silla. Ese es
el mobiliario y las paredes son verde oliva. En ella vemos a una chica joven
que se encuentra en medio del trayecto impredecible que hay entre los veinte y
los treinta. Fuma asomada a la ventana, bebe de una lata que pertenece a un
refresco, y se quita la camiseta enseñándonos su cuerpo de cintura para arriba,
con unos pechos generosos, voluptuosos, se prueba varios sujetadores, parece
definirse por uno negro, se pone encima de nuevo una camiseta diferente a la
anterior con una frase sacada de algún muro anónimo, o de alguna cita que tiene
dueño, de esas que quieren dar la impresión que en el margen que hay entre
cinco y diez palabras se puede dar una lección de vida, un consejo vital,
condensar en tan poco espacio un libro de autoayuda, o un cumulo de
experiencias personales llenas de arañazos, alegrías, lagrimas, victorias y
derrotas.
Vuelve a cambiarse de
camiseta, y fuma otra vez asomada a la ventana, con unos cascos en las orejas,
música en sus oídos que no se puede percibir con el sentido de la vista. Por
eso hasta aquí nos llega sorda, apagada. Sale de la habitación dejándose la luz
encendida y la puerta abierta. Regresa temprano, escasos minutos fuera del
encuadre. Una lata de otro refresco en la mano, enciende otro cigarrillo y
parece tímidamente moverse con el ritmo de la música de sus cascos.
De nuevo repite su ritual, su
bucle, se quita la camiseta, abre el armario, saca otra camiseta, se la prueba,
la rechaza, elije otra, y otra, mientras entre camiseta y camiseta parece que
la decisión del sujetador sí ha sido la correcta. Continua con el negro. Sale
de nuevo de la habitación dejando la luz encendida y la puerta abierta. Vuelve,
se enciende un cigarro, sorbos cortos a la lata, caladas precipitadas, rápidas.
Sale de la habitación dejando esta vez la luz apagada y la puerta cerrada.
Durante las siguientes semanas
la repetición de las mismas acciones, fumar cigarrillos asomada a la ventana,
dar sorbos cortos a diferentes refrescos, cambiarse de camiseta una y otra vez,
probarse diferentes sujetadores, música en los oídos y a veces moverse al ritmo
del sonido que de ahí sale.
Hasta que un día nocturno,
oscuro, en esas horas del día que no hay luz natural, con la luz encendida y la
puerta abierta mira un test de embarazo, nosotros desde aquí no podemos
apreciar bien lo que marca, solo sabemos que examina, estudia, un test de
embarazo, lo continua mirando un rato no muy largo dentro de las medidas del
tiempo, pero que parece una eternidad para nosotros y suponemos que igualmente
para ella, rompe a llorar.
Sale de la habitación.
La luz encendida y la puerta
abierta.
Vuelve a la habitación.
Fuma asomada a la ventana.
Sorbos cortos a una lata de refrescos.
Sale de la habitación.
La luz encendida y la puerta
abierta.
Vuelve a la habitación de
nuevo con un test de embarazo en la mano. De nuevo un tiempo que es una eternidad.
De nuevo rompe a llorar. Pero esta vez sonríe.
Saludos y gracias
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