La cuenta del banco le arruinó
la vida y la alcantarilla se abría bajo sus pies. El novio que tenía la
abandonó cruzando un semáforo en rojo y cuando se puso en verde ella ya le
había perdido de vista. Buscando otro novio decidió tallar una figura de un
estonio en escayola y cuando alguien le preguntaba por la capital de Estonia o
cual era el plato típico de ahí no tenía respuesta alguna. Se sentía tan
humillada que decidió gastar todo lo que le quedaba en los bolsillos en un
viaje de autoestop hasta el otro lado del mundo y llegar a Estonia y hallar por
ella misma las respuestas a todas las preguntas que no sabía.
La estonia se dio cuenta de lo
idiota que eran algunos extranjeros y él sumido en una autoestima que
arrastraba por el suelo pensó en la posibilidad de volverse narcisista,
hermafrodita dado el poco tacto que tenía con las mujeres en general,
especialmente cuando le preguntaban por la capital de Estonia y humedecía sus
labios en la cerveza lleno de vergüenza, la pistola que tenía en el bolsillo
que tenía preparada para el gestor que le había engañado y le había hecho pagar
a hacienda más de lo que se podía permitir, decidió jugar con ella junto a
otros tipos que iban igual de ebrios y perdidos que él a un juego que le
gustaban llamar "la ruleta rusa" la bala era de mentira pero mataba
igual que una de verdad.
El duelo era en un tablero de ajedrez ninguno
de los dos quería perder ni que el otro ganase, por eso se alargó tanto tiempo,
que tuvieron que comprar tres calendarios que cada uno de ellos contenía doce meses,
todos ellos plagados de fotos y paisajes de Estonia, donde se conocieron, se
saludaron, se rieron, se miraron, se enloquecieron, se bebieron de lo que
llenaban latas de judías vacías, se quedaron atrapados el uno dentro del otro,
se compraron una casita de miniatura de juguete para sentir que tenían un
hogar, que alguna vez tendrían un hogar, y cuando huyeron a otro lugar, no por
necesidad o placer, si no por reptar a través del rastro que dejaban las botas
que llevaban puestas para que los dedos de los pies no se les quedasen por
culpa del frío de un color morado preocupante, lloraron mucho el día que en un
televisor que había en un escaparate que observaban desde la calle de una ciudad
perteneciente a un país que les era desconocido anunciaron que una gran
potencia mundial decidía invadir Estonia, simplemente por ego, por destapar la
maldita tapa del imperialismo, colonialismo, y se dieron cuenta que ahora sí
recordaban ambos cual era la capital de Estonia.
Saludos y gracias
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