EL VIAJE EN AUTOBÚS



El viaje en autobús tiene que llegar a su destino. Lo sabe. Lo coge entre los dedos lo mira y lo suelta. Se baja. Descalza y con zapatos. La lluvia adormece otro lugar en esos instantes. Cada vez se encuentra con más niños perdidos en cada ciudad que aterriza. Los juguetes se los llevaron los tres reyes magos y los escondieron debajo del gran manto que es el desierto. Y los camellos protestan en silencio.

Todo es silencio. Se acerca a un desconocido, pregunta por una dirección. Se dice así misma porque no tiene el don de olvidar. Busca la amnesia en un vaso que vacía en unos pocos minutos. Lee la misma línea una y otra vez. El mismo pensamiento. Atasco.

Se juró no volver a buscar. En todo caso, que la búsqueda la encontrase a ella. Quizás por eso cuando está a punto de llegar se revuelve muda de aspecto y de piel como si tuviese el gen de un mutante. Caza otro autobús tacha nombres de espacios que algún día tal vez se inunden antes de que haya una nueva oportunidad el mismo pensamiento. Otra vez. Atasco. Otra vez.

Y él anda perdido porque la luz de la luna le produce síndrome de Estocolmo.

Saludos y gracias

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