El sargento caracol va tan
rápido que ya ha cogido al correcaminos herido que deja gotas de sangre como
charcos de una lluvia que no quería ser llovida. El sargento caracol busca el
beso de una boa, el canto de sirenas que le liberen del mástil y cuando salte
al mar una lechuza le salve y le haga volar muy muy lejos. El sargento caracol
se queda pegado como una babosa por fuera del cristal de la ventana, observando
cómo escribo y reflexionando porque tiene la sensación que he ido perdiendo poco
a poco la fe, por último preguntándose quién o qué me habrá abandonado. No sé
por dónde empezar para ayudarle a resolver tales dudas existenciales.
Saludos y gracias
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