Testarudos, más viejos, cada
vez también más huraños, inflexibles, con un idioma basado en gruñidos, llenos
de cicatrices, arrugas, con el rostro amargado vuelven sin avisar y abren la
cerradura sin permiso, devoran lo que encuentran en la nevera, se sientan
alrededor de la mesa y mantienen una clara postura, no tienen pensado moverse
de ahí.
Apareces desnuda y me asusta
que puedas estar de nuevo ahí porque decidiste dejar de existir para mí. No fue
algo unánime. Simplemente tomaste tu decisión basándote en que tan solo vivimos
entre dos colores, dos extremos, el blanco y negro. Te fuiste sin despedirte y
por eso ahora que te encuentro de nuevo desnuda tiemblo de miedo por darme
cuenta que difícil es irse a dormir, despertarse y descubrir que no te puedo
olvidar para que no me sigan doliendo tus extremos.
Mirar afuera y encontrar en
vidas ajenas todo lo que se quiere tener, lo que se esfumó, lo que devoraron
los silencios, el exceso que hubo de sed y el tratar de hacer brotar rosales en
desiertos, menguarse por culpa de malditos espejismos y preguntarse: ¿Por qué
estáis de vuelta si nadie os ha invitado? Fumarse un cigarro para quitarse el
dolor de cabeza y responderse tan solo se trata de una mala mañana. Tan solo es
eso, viejos estigmas, tragedias de un blues que cuando se acabe esperas volver
a despertar y verlo todo distinto.
En definitiva, escuchar otra
canción totalmente diferente.
Saludos y gracias
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