EL LARGO BESO Y LOS ZOOLÓGICOS



Se besaron hasta el atardecer. Sin darse descanso, lo justo para coger el aire necesario para continuar. Labios contra labios. Lengua entrelazándose con la otra lengua y el olor de toda una vida que se colaba por sus gargantas hasta alcanzar sus entrañas después de descender en montaña rusa de algún intestino grueso o delgado.

Comenzaron sentados en un banco, temprano, antes de despedirse y coger cada uno su camino en direcciones opuestas hacia su lugar de trabajo. Ya sea que se vieran atrapados por las pinturas de los árboles, las cascadas de las diferentes estaciones, los copos de nieve, la caída de las hojas y la creación de ese inmenso manto bajo sus pies, el abrazo del sol o la llegada de las flores con ganas de festejar por todo lo alto el ritual de la vida como tal no como sacrificio o falta de tiempo, sin preocuparse de nada, ni por las reglas de la rutina diaria, ni por los horarios de comida o otras necesidades biológicas, saltándose todas aquellas normas se quedaron hasta el atardecer.

Porque al encontrarse ambos al margen de los chillidos, los gritos ensordecedores y caos social que se produjo en aquellas horas cuantificadas por los relojes de cualquier plaza del ayuntamiento que se pueda encontrar en ciudad o pueblo, pues el reloj de ellos ese día funcionaba de otra forma desigual, tristemente no fueron conscientes (para poder escapar y ocultarse en algún rincón donde nadie ni nada les impidiese alargar su beso hasta convertirlo en eterno) que aquel día dado que todos los animales que se encontraban en los zoológicos se habían disecado por exceso de aburrimiento y falta de espacio o habían contraído alguna enfermedad tomando quien tome esas terribles decisiones sacrificarlos por miedo a un posible contagio, habían decidido sustituirlos por seres humanos y enjaularlos como espectáculos dantescos de marionetas, y como a todos les llegó su turno, y aplacados por el uso siempre irracional, estúpido y cruel de la violencia fueron separados y llevados cada uno a su respectivo nuevo escenario encuadrado entre rejas electrificadas. Mientras los muy hijos de puta de arriba, esos que desde entonces se conocieron como "ellos", celebraban alegremente engullidos por la gula que al fin habían conseguido sustituir la mano de trabajo por robots y maquinas inteligentes y obedientes.

Saludos y gracias      

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