Debía de haber una cafetería
donde las noches nubladas ponían películas porno. En ese instante que aquel
rostro con tirantes encima de una camiseta que no había lavado en semanas
conectaba contigo diciéndote que ya sabía dónde iba a mover el alfil. En
diagonal. Las caries que pueden producir un mal de muelas se te fueron. Los
botones de tu blusa pedían ser desaprovechados y te llegó una ola de bochorno
terrible mientras se oían risas cómplices por lo que estaban viendo en la
pantalla. Envejecer juntos es posible si sabes conducir un cadillac y cruzamos
todos los puentes que hayan sido construidos. Meses más tarde llegaste a una
habitación de hotel solitaria, te asomaste a comprobar varias veces como el
coche no llegaba, era un día nublado y en la cafetería se seguían poniendo
películas porno, hasta que unos jueces de la moral las prohibieron porque se
emitían en versión original, los mismos que dejaron el tablero de ajedrez sin
alfiles.
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