EN EL SOFÁ DONDE HACÍAMOS EL AMOR



No me dejes, no te vayas, no te cambies de vestido, y en el sofá donde hacíamos el amor que triste que ahora ha acabado en una tienda de venta de objetos de segunda mano. Mi mano ya no puede descansar alrededor de tu cadera y eso me da miedo. Aunque estás lejos de los techos que nos cubrían las noches que se nos erizaba la piel como decirte que no te vayas, no me dejes, la distancia del olvido es un abismo terrible.

Ya nada es como lo habíamos hablado, nada se parece a lo que habíamos imaginado, y en mis silencios la cartografía hermosa de tus pechos desnudos ronronean (como la nostalgia vestida de puñal) y llega el olor a oxido de las calles que no descubríamos nada nuevo más lo que teníamos para ofrecernos tú y yo. Claro que me fui lejos, también, y mis ojos de borracho ampliaron sus miras, sus tentáculos. En vez de volverme cazador de elefantes, quería subirme encima de uno de ellos y alentarle a que sacase sus alas para que me llevase lejos, muy lejos...

Saludos y gracias

No hay comentarios:

Publicar un comentario