- ¿Azul o rosa?
Se te cae el móvil de la mano como
al que se le cae la memoria. Las musas son delfines que no viven en
oceanográficos, y el papel de sonarse, de estornudar, de reciclarse, la
tragedia ante la decisión que se peina, se suspira, se carcajea, se queda
mirando el techo y la telaraña en las esquinas, si fuese la habitación redonda
las arañas sufrirían apoplejía, desorientación, desubicación, mudanza y
desalojo arácnido.
- ¿Qué hora es?
- Ya lo debes de saber, me has
preguntado lo mismo hace diez minutos.
- ¿El qué?
- ¿Azul o rosa?
Y parece que vuelve, que remonta
el vuelo, atiende, gesticula, define, opina, y hablamos, contrastamos, el
jeroglífico de encontrar un punto en común, un lugar en la mesa que quepamos
los dos y nos sintamos cómodos, capaces de construir y derribar relatos,
levantarnos, buscarnos y ponernos a bailar (aunque la música sea el sonido
atronador de las obras de la cocina del vecino) para celebrar, para no
olvidarnos, para que si se rompe el tarro medio lleno o medio vacío los
cristales del suelo al pisarlos no nos sangren los pies.
- ¿Qué hora es?
- ¿Azul o rosa?
Y la mirada perdida, el agarrarse
la barriga como si no supiese lo que lleva dentro, como si le extrañase el
volumen, como un que me está pasando, las lágrimas de los anhelos perdidos de
la niñez, pluscuamperfectos, silogismos de si... nieve canadiense en desiertos
almerienses, anquilosado el raciocinio del ahora, de los estados del ser y el
estar, de pensar en el mañana y en el color de la habitación.
Parece que esta vez no vuelve....
Y muestra su terrible verdad:
- ¿Por qué lloras y quien eres
tú?
- ¿Azul o rosa?
Repetición - ¿Azul o rosa?
Repetición II Desesperación - ¿Azul o....?-
Silencio.
Saludos y gracias
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