CONFESARSE


- Mañana me confieso.

Ella le preguntó:
- ¿Por qué, si tú nunca has pisado una iglesia?
- Porque voy hacer algo malo....

A la mañana siguiente se despertaron temprano, habían quedado para ir a pasar el día al campo, y llevaban a su hermano consigo. Antes de todo eso él le dijo a ella:

- Voy a hacer unos recados volveré a tiempo.

Todavía lo recuerdas verdad, cómo olvidarlo, te recogieron a la hora prevista, ahí estaban puntuales con la exactitud de un reloj suizo. En el corto viaje de coche lo de siempre, banalidades, el tiempo, y los silencios. Poca acupuntura para el alma. Llegasteis al sitio a la hora de almorzar, los bocadillos a gusto del consumidor, a la carta, los había preparado ella, que siempre te recordaba que suerte había tenido tu hermano, y por qué él y tú no. Unas latas de cervezas, unos cuantos pios pios como sonido de ambiente, y nadie alrededor, solo vosotros tres.

Lo que no estaba en el guión es lo que pasó a continuación, ¿Por qué no te defendiste cuando tu hermano vino con paso rápido y empezó a golpearte con una barra que había sacado del maletero del coche? ¿No podías o no tuviste tiempo de reacción? Tan solo, tan solo, paró cuando fuiste capaz de decirle:

- ¡Yo no tengo la culpa!
- Lo sé, pero alguien lo tiene que pagar.... y con él no puedo, no puedes, ojalá hubiera muerto él y no ella.

Le viste llorar, por primera vez después de un año y medio le viste llorar.

Te alegraste que aquella mañana hubiese salido buen tiempo, porque así pudiste ponerte tu vestido de primavera favorito. Además para que negarlo, te gustaba cuando te lo arremangabas y tomabais el almuerzo ver como los ojos del hermano de tu marido se fijaban en tus muslos, te hacía sentirte bien. Era como un juego. Lo que sucedió después no lo fue, cuando sacó toda la rabia contenida que llevaba durante meses, por todo lo que vino semanas después del entierro, incluso le dolió más que la muerte de su madre, pero tú no sabías como ayudarlo, por más que lo intentases, te sentías frustrada, hasta que aceptaste que nadie podía, solo él, y quizás solo había un camino, el de la implosión.

Llevasteis a su hermano a urgencias, todo en silencio, por si tenía algo roto, más silencio, por suerte podía esa misma tarde noche volver a casa, continuaba el silencio, así que cuando lo dejasteis te reconfortó el abrazo que se dieron los dos hermanos antes de despedirse, parecía sincero. Estaba vez no crecerían enanos desde el silencio. Llegasteis a vuestra casa, se había hecho tarde, así que fuisteis directos a la cama, y antes de apagar la luz te atreviste a romper el silencio y dejar que se fuese y no volviese nunca más:

- ¿Cuáles fueron esos recados que hiciste esta mañana?
- Fui a la iglesia a confesarme.

Saludos y gracias    

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