El ensamblaje que rodea a la
rutina es minuciosamente esencial que encaje sin titubeos, sin prisas, sin
rozaduras por ninguna parte, piensa Cadmio a la vez que canturrea una canción
mientras ordena la cocina y pone cada cacharro, cada cubierto, cada sartén en
su sitio, en el lugar donde obligamos a las cosas estar, no tienen elección. Algo
muy similar es como se encuentran, se sienten, Cadmio e imagina que parte de la
humanidad ante la crisis actual , ¿En qué nos hemos convertido, en sartenes,
cubiertos, bandejas, que nos dicen donde estar sin poder rebatirlo ? Tú vas ahí
en el segundo estante a la parte izquierda junto a los platos llanos, el otro
en el armario de debajo de los hornillos y debajo de esa cazuela de barro,
cuidado con que no te chafe demasiado y luego no puedas ser servible, que el
algoritmo en el cual nos han enmarcado ya se encargará de tirar a la basura
aquellos trastos que desafinen en la función, y así uno por uno, ya sea a
través de un listado basado en un orden alfabético o basado en un orden de esto
es así porque sí, de la misma manera que la mesa de la cocina la compramos del
color de donde salgan las necedades que acaban tratando a las personas como
objetos.
Cadmio se percata que Libre ya no está siempre detrás
de él, ¿habrá olido y entendido mi encierro antes que yo?, se pregunta. Lo
encuentra en el comedor subido al sofá y moviendo el rabo, o porque sabe que no
debería estar ahí o porque ha vuelto de la cocina Cadmio, el cual no le riñe ni
le dice que baje. Escribe en una hoja con un bolígrafo de color verde un
nombre, Katida. Se inventa un juego mental; si nos hubieran avisado con tiempo,
si hubiéramos podido prevenir estos terribles acontecimientos con que persona
nos hubiera gustado estar, quizás también preguntarse con quien no nos hubiera
gustado estar, pues puede resultar cierto eso de solo mejor que acompañado,
pero Cadmio no duda, ya ha resuelto el juego por la parte que a él le toca, lo
vuelve a escribir, Katida. Ding dong, suena la campana y los aplausos, Cadmio
campeón de un juego de mierda cuya recompensa es ahora mismo una bajada a los
infiernos de los si hubiera hecho tal ahora todo sería tal.
Hace un tiempo:
- No te vayas, quiero que te quedes. Eso, eso es lo que desde las
llamas del purgatorio cree Cadmio que le debió de decir en su momento a Katida,
y quizás con esas simples palabras, con esa sencilla construcción gramatical,
espolvoreada con el tono adecuado, gratinada con los gestos precisos, Katida
estaría ahora con él y con Libre, y Cadmio no estaría ardiendo como está
ardiendo por decirle en su momento:
- ¿Te vas? Que te vaya bien.
Saludos y gracias
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