Tenía ese tipo de miedo que
encoge el corazón. Le dije que podía pasar unos días en mi casa si no tenía
donde quedarse. Está todo desordenado y un poco sucio, pero no te preocupes que
mañana por la mañana cuando me despierte me encargaré de ello. Pagamos las
bebidas, dejamos la barra y de camino a mi casa me contó que hace un par de
meses que la tiraron del trabajo, lo llevaba muy mal, que económicamente no era
un problema, que tenía sus ahorros, que lo que le jodía era la humillación, el
trato que le dieron en las últimas semanas hasta que la fueron metiendo poco a
poco en el embudo y la expulsaron, menuda faena, los llamo hijos de puta y se
puso a llorar, decidí que nos sentásemos en un banco vacio que había en la
calle, le ofrecí un cigarrillo, lo aceptó y lo fumamos a medias.
Lo que no supe o si me lo contó no me enteré muy bien
es el porqué no tenía donde dormir, llevaba una maleta con sus cosas que no
eran muchas la tarde noche que me la encontré en aquel pub. Sí, si lo preguntas
fui un poco cabrón, puedes verlo así, pensar que me aproveché de la situación,
que estaba vulnerable, cansada del mundo y sus miserias, o también puedes verlo
como que ella también quería y estaba falta de cariño, o que ambos para que
mentir nos empezaba a poner nerviosos los telediarios y lo que estaba por
venir, en definitiva que de las cuatro noches que estuvo, nos acostamos un par
de ellas y estuvo muy bien.
Luego, luego no sé explicar lo que le pasó, es difícil
creerlo aunque uno lo haya visto, como lo vi yo. El día anterior ya habían
anunciado el encierro, la cuarentena, lo que cojones sea esto, y esa noche nos
acabamos entre los dos un par de botellas de vino que tenía guardadas para
algún momento especial, no creo que ese lo fuera, pero sinceramente estábamos
acojonados los dos a nuestra manera, se nos ocurrió sin hablarlo que
emborrachándonos y luego follando unas horas (esa fue la segunda noche que nos
acostamos juntos) caeríamos en un plácido sueño de borrachos bendecidos o malnacidos
y a la mañana siguiente nos despertaría el ruido de una ciudad en movimiento.
Pero no fue así, como bien sabes, sabemos... Ella no quería aceptarlo o algo
parecido, no me dejó ni tener una resaca tranquila, se levantó nerviosa cuando
comprobó que realmente estaba pasando lo que estaba pasando, y se pasó las
primeras horas andando lo poco que hay para andar en mi casa de arriba a abajo
con el móvil en la mano, como que hacía que llamaba pero luego colgaba. No le
decía nada, porque no se le podía decir nada y yo llevaba una resaca de mierda,
me estaba pasando su tensión y la verdad no estaba para salvar a nadie en esos
momentos. Hasta que la vi haciendo su maleta, cerrándola con la cremallera
primero y después poniéndole un candado,
no sé si se despidió o no se despidió, ya te digo con esa resaca que llevaba
encima carajo uno sabe o se percata de algo, tal como la abrió cerró la puerta
de la calle y a los tres minutos oí unos gritos que venían de abajo, me asomé
por la ventana y te juró que la vi a ella en mitad de la cera, había soltado la
maleta, con los brazos levantados, gritando: ¿Dónde está la gente?, ¿Dónde está
la gente?, así varias veces, hasta que bajaron unas luces muy potentes del
cielo y la abdujeron.
Cadmio escucha la historia de su amigo a través del
skype, sentado en el sofá del comedor con una cerveza en una mano, en la otra
chamando a su libre albedrío de un cigarrillo que está asentado en un cenicero,
y en su regazo tiene apoyada la cabeza de Libre que acaricia de vez en cuando
por detrás de las orejas, porque es lo que le gusta. Mientras lo hace no sabe
porqué, pero ocurre, ya desde el principio de todo esto hay algo que no le
huele bien y no sabría cómo explicarlo, es escuchar la historia de su amigo y
como si ese olor le viniera de repente, una imagen se crea en su mente, tal vez
sea irracional, no tenga ni pies ni cabeza, pero lo cierto es que ve a esa
pobre chica preguntando en la calle ¿dónde está la gente? como si fuera Sissy
Spacek en las calles de Santiago de Chile buscando a su marido desaparecido.
Saludos y gracias
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