ECONOMÍA CANINA


Creo que se llamaba Ford, conducía un coche de esos que llaman la atención, le gustaba vestir elegante, a la moda, se lo podía permitir, prácticamente todo lo que quisiese era suyo, y tenía una afición muy peculiar, en los ratos que no tenía nada que hacer, le gustaba matar hormigas con los rayos del sol atravesando la lente de una lupa. Se creía mitad humano mitad dios, supongo que eso es parte de la metamorfosis que se sufre cuando uno (sin quererlo aceptar) se ha visto intoxicado por las ansias de poder, arrastrando con uno mismo como una sombra perpetua la avaricia. No le daba ni un momento de respiro, como una sanguijuela pegada a la piel siempre ahí con él, como un apéndice; En la ducha, en el desayuno, en las reuniones de empresa, a la hora de tomar decisiones, en las inversiones, en los viajes, en las horas de ocio, incluso en las noches que se cogía a chicas más jóvenes que él a las cuales les pagaba una importante cantidad de dinero a cambio de joderles la dignidad para siempre.

                De entre todos los negocios que manejaba entre sus manos, había uno en particular que me tocaba los huevos, que me hacía entrar en una bronca que era superior a mí, me producía ganas de matar. Libre prométeme que nunca tendrás esa sensación porque es una sensación muy jodida, no merece la pena gastar el paso del tiempo y de los espacios haciéndole plegarias al odio, o como te he dicho a las ganas de matar, de querer acabar con todo y todos como posible solución de las cosas. Es uno de los errores más terribles que podemos llegar a cometer como seres humanos y supongo que quizás también como animales. ¿Sabes a que se dedicaba? Él lo llamaba economía canina, el muy hijoputa cogía perros que servían para cazar, para carreras, para peleas, y los encerraba en jaulas individuales, separados, pues tenía el pensamiento o la obsesión de divide y vencerás, el tal Ford creía jurándolo con la mano puesta en la llama, que si los tenía a todos juntos se podían convertir en una manada unida, fuerte, organizada, y el día menos pensado no solo escapar, eso era lo de menos, si no atacarle a él y a los que vivían con él y le protegían, y ser devorados, destripados por los perros en homenaje a la divinidad de las venganzas caninas. En honor a la verdad decir que en las jaulas en las cuales pasaban el encierro dichos perros eran impolutas, es decir los perros disponían de unas condiciones inmejorables de higiene, de alimento, incluso de "juguetes" para que se divirtiesen, claro está a cambio de su libertad y su fuerza de trabajo.

                Libre que intenta aprovechar al máximo el paseo matutino, parece prestarle más atención a los olores de las llantas de los coches aparcados, al de las esquinas, al de los árboles, a la falta de ajetreo (un día más) y movimiento de olores artificiales del que suele ser responsable el ser humano, que a la voz de Cadmio.

                Puedes intuir sin necesidad de ser un sherlock o un holmes que el tal Ford tenía como objetivo que los perros le produjesen beneficios suculentos ya fuera a través de las peleas, las carreras o la caza. ¿Qué sucedía cuando ya no cumplían dichos requisitos, cuando la inversión en vez de producirle beneficios comenzaba a acarrearle perdidas? Final nada feliz, los medios de comunicación que son fáciles de "comprar" se negarían a contarlo, a dedicarle una columna, a que saliera a la luz. A los pobres perros cuando el señor Ford decidía que no le podía sacar más provecho, no los podía explotar más, los envenenaba, les metía un virus dentro de su sistema inmunológico hasta que fallecían.

                Ahora, Libre, es cuando realmente me gustaría contarte que como hacen los héroes de las películas le conseguí denunciar, sacar a la luz todos sus trapos sucios y le condenaron de por vida entre rejas, pero no pasó nada de eso, recuerdo que en esa época estábamos empezando Katida y yo, tú todavía no existías en este mundo, estarías todavía disfrutando espero de alguna de tus otras vidas que has tenido aunque no seas consciente de ello. Me acuerdo de un día que quedé con Katida y no podía más, le conté que desde hacía un cierto tiempo me había enterado de un oscuro negocio que llevaba entre manos un tal Ford que era el jefe del jefe del cual este era jefe de alguien que era jefe de una empresa en la cual ordenaba un plan de acción empresarial a desarrollar a un coordinador que me insistía a mí y mis compañeros como debíamos hacer las cosas durante nuestra jornada laboral de ocho horas diarias sin contar las horas extras que en su mayoría no quedaban reflejadas como compensación salarial. Fue así como le conté todo lo que te he contado a ti. Estaba tan lleno de impotencia, de rabia, por no poder hacerle nada a ese tal Ford, que Katida simplemente me dijo que dejara de trabajar para un cabrón de ese calibre, y así lo hice, me sentó bien, finalmente no fui ningún héroe, pero en cierta forma me salvé.

Saludos y gracias  

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