BREVE MANIFIESTO DEL VERBO COGER


Había un tiempo donde se cogía de todo. Se cogía agua fría para lavarse el cuerpo en verano porque el sol era abrasador y las ganas de reír y de vivir eran infinitas, como estar debajo de una cascada y colocarse detrás del chorro. Se cogía fruta de los árboles porque no estaba prohibido ni por un Dios, ni por el gobernador, ni por el primer ministro, ni por un empresario de esos que hacen dinero con grandes supermercados. Se cogían platos, cubiertos, utensilios de la cocina para preparar la comida y poner la mesa, porque todos los días eran domingos si se sabían hacer bien las cosas, y válgame que así se hacían, porque lo dicho ni había Dios, ni gobernador, ni primer ministro, ni empresario que tocase las pelotas con eso de implantar horarios, faena y producción. Ahí te ponías a comer con los amigos o con quién quisieras, existía la posibilidad de elegir quizás el mejor lujo conocido hasta ahora, el lujo de elegir con quien estar y que hacer sin que el señor don impedimentos saque su garrote e imponga disciplina.  Había quien elegía su familia, en este caso si tenías suerte (que si el camino no es demasiado retorcido era lo suyo que hubiera lluvia y buena siembra) y andabas en buenas relaciones sanguíneas, porque a veces las hay que te las hacen pasar putas y mejor ni navidades, ni fiestas de guardar, ni te conozco, y me dejo de apellidar tal y me dejo de llamar tal para que no hayan malentendidos, ni puterios que para putear ya hay otras piedras que se cuelan en los zapatos y son bien jodidas de sacar, y las llamamos Dios, o gobernador, o primer ministro o empresario y es ahí cuando la cinta del casete no corre como es debido, la música se atraganta y el coger se vuelve fechoría e incluso delito, vaya a usted a saber que necesidad de que surja la angustia de la imposición, de los impedimentos, de los encierros, de los bozales, de ahogar el coger en su esencia y su naturaleza.

                Es decir; Cuando enredas tu dedo en tu pelo haciéndole rulos u otras formas geométricas, te relajas ya sea sentada o apoyada sensualmente contra un muro, o de pie como quien baila en una baldosa sin necesidad de más baldosas y, miras así como quien mira como si fuese imán, estrella polar, brújula, faro, o sino, generando tanta intensidad, tanto interés, que invitas a unas manos que has escogido las cuales responden a una consciencia, a que tan solo anhelen coger tu boca y besarla, coger tu vestido de verano y levantarlo para coger tus muslos, tus caderas, y abrazarlas, estrecharlas, y saber que de esa manera jamás tendremos que volver a mendigar ni la felicidad ni las ganas de vivir.

Saludos y gracias    


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